Esta Maenada la escribo ya con 32 días de aislamiento casero por causa del COVID-19. Para alguien que vive de congregar a personas, ningún mes de ningún año me había cambiado tanto la vida profesional como este… pero, de hecho, este proceso me ha abierto los ojos sobre muchas cosas también a nivel personal. Así que abro hilo… o como sea que se diga aquí a nivel de blog.

[1] Todos los planes del mundo pueden cambiar en 24 horas

De chiquito me decían que debía soltar mi necesidad de controlar y organizar cada momento de mis días. Y sin embargo, yo tomé esa cualidad negativa y trabajé duro para tornarla en algo positivo: es por esa manía de planificarlo todo que Maeno&Co existe. Aparte, en lo personal, es la razón por la cual tengo mi dieta, mi ejercicio, mis viajes y todos mis calendarios planificados y cronometrados.

En mi mente, tener todo organizado me permitía prepararme para cualquier eventualidad. El problema es que la previsión nunca me dio para imaginar una fuerza mayor de este tipo. Por eso, en este mes me he dado cuenta de que debo hacer mis planificaciones con un margen de flexibilidad variable. Debo adaptar mis expectativas y hacer lo mejor posible con la situación. ¿Qué quiero decir con esto? Les voy a poner un ejemplo que en realidad es una metáfora: yo desde enero hice un plan de dieta y ejercicios para, en mi mente de cuerpo hot, estar al dente para Semana Santa. Gracias a la agencia de viajes Miss Rona, Semana Santa me agarró en el balcón de mis vecihermanos Mónika y Nassim. ¿Lección? Prepararse para una meta nunca es tiempo perdido, pero no debemos perder la esperanza si la meta cambia y no nos agarra preparados.

[2] No es lo mismo llamar al descanso que verlo llegar

Les confieso que en estos años han habido momentos en los que me he sentido saturado con tantas urgencias y responsabilidades en el trabajo. Por mi salud mental, decidí trabajar en un plan para bajar las revoluciones, dividir mis funciones y tener más tiempo para la vida sin el co. ¿Y saben qué? Nunca llegué a hacerlo. La contraparte de esa saturación es que yo amo lo que hago, y sin darme cuenta me enredaba cada vez más en las labores.

Pero la cuarentena me obligó a hacer lo que realmente quería. Me ha enseñado a profundizar y evaluar el propósito de cada cosa que hago. De esas reflexiones me llevo una lección para cuando estemos en la nueva normalidad: tengo que tener claro para qué estoy trabajando. ¿Lo que quiero es ser multimillonario? ¿O en vez de eso mi deseo es mantener mi estilo de vida pero tener más tiempo para mí y para mis seres queridos? Entendí que es esto último, y que para lograrlo tengo que hacer ajustes. Todavía no sé cuáles son estos ajustes, pero nada mejor que estos días de descanso forzado para pensarlos.

[3] Ahora entiendo mejor a los padres

No tengo instinto paternal y no está en mis planes ni deseos tener hijos. Quizás por eso no entendía la tensión con la que viven muchos padres y madres de mi edad. He pasado un buen tiempo con Nassim, Mónika y sus tres hijos, quienes me llaman Tío Maeno y me ven como una figura de autoridad. Eso ha sido un diplomado intensivo para mí: yo ya entiendo lo importante que es cuidar cada palabra y cada acción, porque los padres tienen la responsabilidad de componerle la brújula moral a esas personitas que están criando. Educar a un hijo es un reto muy grande, y no tenía ni idea de la carga emocional que conllevaba. Por eso, ahora entiendo mucho mejor a los padres que me rodean —y sobre todo, a los míos—.

[4] Hay que darse el tiempo de marinar

Yo hacía demasiadas cosas en un solo día… ¡y aun haciendo tanto me sentía que no había logrado todo lo que me había propuesto! Por eso es que muchas veces no nos sentimos felices con nosotros mismos: nos ponemos expectativas tan altas que son imposibles de cumplir, y entonces nos flagelamos con esos latigazos mentales.

Ahora que no vivo en esa carrera me he dado cuenta de algo: en vez de dedicarle el menor tiempo posible a algunas tareas, las he dejado marinar. Le he dado el tiempo prudente a conversaciones y reuniones con el equipo, los suplidores y los clientes, y esto ha traído sus frutos creativos y logísticos. Así que, si bien yo siempre he estado enfocado en eficientizar cada minuto, ahora me doy cuenta de que hay interacciones que merecen más tiempo para estar listas. Eso ha sido un aprendizaje invaluable: el tiempo es oro, pero en ambos lados de la balanza.

[5] El calendario futuro tiene la hora incorrecta

En estos momentos solo necesitamos tres cosas: salud, comida y techo. No necesitamos ni un reloj, ni una camisa ni unos tenis nuevos. Y sin embargo, esto me ha hecho apreciar mucho más esos objetos llenos de belleza que tengo en mi clóset. Algunos me los compré para ponérmelos o usarlos en un momento futuro, y ahora me doy cuenta de que no debí esperar para disfrutarlos. Si compramos estas piezas con la felicidad en mente, ¿para qué postergarla, si no sabemos cómo van a cambiar nuestras circunstancias?

Por eso creo que la vida, a través de este virus, me dio un mensaje claro: el futuro no es a seis meses… el futuro es hoy.

Lo que he aprendido en mis primeros 30 días de cuarentena

Categoría: Maenadas
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