En Maeno&Co trabajamos cada vez con más influenciadores para nuestros clientes, y me he dado cuenta de algo: las marcas personales que suelen tener mayor calidad sostenida son las de aquellos que no son exclusivamente difusores digitales, sino que usan su trabajo como un trampolín digital.
Me explico: no son personas que se levantan un día y dicen “voy a ser influenciador”. Son personas que tienen un proyecto o un trabajo, y dada su pasión por el mismo y el estilo de vida que llevan por causa de este trabajo, terminan convirtiéndose en voceros de marcas que van con ellos.
Por ejemplo, el caso perfecto: miren a Pamela Sued. Pamela es una de las influenciadoras más efectivas que conozco, y creo que puede venderlo todo en cinco minutos. Sin embargo, su poder de estabilidad como influenciadora está en el hecho de que primero es presentadora de televisión: es en base a esa profesión que logra ese sello de autenticidad en su estilo de vida. Cuestión de matemáticas: probablemente el alcance que tenga el programa de televisión no lo tenga en sus redes, pero uno complementa el otro —y ahí está la clave de promoverse profesionalmente—.
O miren a Glency Feliz: Glency necesitaba un modo de difundir las noticias sobre su negocio de ropa, cuando estaba comenzando. Massy Arias es entrenadora, Joseguillermo Cortines es actor, El Panda que Anda es actor y publicista, Airam Toribio es editora de una revista. Mi ídolo-del-mes Derek Blasberg, quien ahora es el director de contenido de moda en YouTube, comenzó promoviendo su trabajo como editor y escritor de Vanity Fair. O la misma Eva Chen, la directora de alianzas de moda en Instagram, quien cuando era editora de belleza en Teen Vogue respondía una a una las preguntas de sus seguidoras —ahora ella no tiene tiempo para eso porque tiene dos muchachos y muchos selfies de zapatos que tirarse en el carro—. O las Hadid y su modelaje. O la mayoría de los chefs famosos en IG.
Pero eso es en el ámbito masivo. Imagínense en el sector premium: en el mercado local, los contratos que verdaderamente dejan ingresos independientes son aquellos con marcas masivas. Por eso, en el nicho de alta gama, todo el que influencia en redes sociales es porque de una manera u otra tiene un negocio paralelo que se beneficia de esa promoción. No nos perdamos: ese es el modelo de negocio.
Me explico: piensen en los influenciadores dominicanos que conocen. Por ejemplo, Lia Pellerano es productora de moda, Luna Colada Michéle tiene una tienda y Crystal es actriz, Poteleche es creativo de una agencia publicitaria y Vita usa sus dos sucursales como base para comunicar sobre bienestar. Luego tienen personas que tienen sus intereses y metas muy desarrolladas, y gracias a su esfuerzo en redes sociales lo formalizan —se me ocurren TheHippieNerd con su línea de vestidos y La Peccata Minuta con su consultoría—.
Eso es lo que muchas personas que aspiran a trabajar como ellos deberían entender: lo importante no es querer ser influenciador, sino querer ser empresario, estilista o productor, para que entonces eso lleve a ser influenciador. Esa secuencia de pasos es vital. Eso es lo que hace que un influenciador tenga credibilidad, y no sea famoso solo por ser famoso. Eso es lo que, en un medio tan saturado como el nuestro, ayuda a dar permanencia a una marca personal sobre otra.