¿Saben a qué es lo que más miedo le tenemos los dominicanos? No es al qué dirán ni a que la estilista de confianza se nos vaya del salón de belleza. Es a decir que no. Aquí le tenemos terror a la honestidad. Preferimos decirle que sí a la gente, ya sea en el trabajo, en la vida amorosa o entre nuestros amigos, por no quedar mal. Y terminamos haciendo precisamente eso: quedándole mal a todos por no tener la auto-confianza de dar una negativa a tiempo.
¿En qué ocasiones tenemos que aprender a decir que no? Levante la mano el que se sienta identificado en estas situaciones.
[+] Decir que no a algunos eventos sociales
Muchos invitados a eventos sociales tienen miedo de decir que no a una convocatoria porque piensan que eso comunica que, en buen dominicano, se están creyendo la gran vaina. En mi cabeza, lo uno no tiene que ver con lo otro. Yo siempre pienso que la gente tiene razones muy válidas para declinar la asistencia a un evento. Puede ser un tema de tiempo, una responsabilidad familiar o, sencillamente, un tema de prioridades personales. Si no das un “no” a tiempo, estás jugando con el tiempo del otro. Eso significa que no eres lo suficientemente responsable con los demás.
Por eso es que digo: convocar a una persona a un evento no es obligar a que vaya. Muchas personas entienden que el servicio de Maeno&Co incluye garantizar la asistencia de alguien. ¿Y cómo, con tanto “sí” disfrazado que uno recibe por doquier?
[+] Decir que no a algunos trabajos
Si somos jefes de negocio o freelancers, nuestros padres son los primeros en decirnos que trabajo que entra, trabajo que hay que aceptar. A uno le meten un chip que dicta que hay que cogerlo todo y después averiguar. También dicta que hay que estar siempre disponible, siempre atento, siempre donde el capitán nos vea. Yo me he dado cuenta que estar disponible para todo el mundo significa que uno no está disponible para uno mismo, y eso hace que uno descuide la calidad general del trabajo. Querer cumplir con todo el mundo le hace daño a la vida personal, y hay que determinar cómo uno puede equilibrar eso, para entonces ir con pilas recargadas para dar lo mejor de sí en la parte profesional.
Hay que tratar la vida como una mesa de cuatro patas, y ver cuál de ellas se está torciendo por dedicarle más o menos tiempo. Todos debemos tratar de encontrar un equilibrio.
[+] Decir que no al complejo de salvador
¿Y qué tal del lado de los empleados? En cada oficina hay una persona con complejo de salvador, que le dice que sí a todos los proyectos que le pasan por el lado, creyendo que con eso está haciendo mejor trabajo o ayudando al equipo. A la hora del nones, el tiempo no da y las cosas se entregan tarde o se terminan haciendo con una calidad inferior, por no haber delegado.
El mejor empleado no es el que quiere aparar todas las bolas. El mejor empleado es el que sabe que solo tiene dos manos, y que el resto de las bolas debe lanzarlas a sus compañeros de equipo, para que así todo el mundo quede bien.
[+] Decir que no a hacerlo todo
Antes, en Maeno&Co, yo me involucraba con todo. Yo me fajaba dos horas a cambiar un arte 55 veces y me mataba a desarrollar una presentación, porque pensaba que ahí estaba el valor de mi trabajo. Sin embargo, hoy ya he aprendido a ser más estratégico: ya sé que hay un director de arte y un excelente equipo de producción que marcan la diferencia en ese tipo de trabajos; yo así puedo hacer las cosas donde soy yo quien marca la diferencia. Por ejemplo: yo tengo reuniones constantes con influenciadores centeniales, para entender mejor qué está buscando esa generación de parta de las marcas. Yo soy milenial, y no puedo darme el lujo de que la comunicación de Maeno&Co se quede atrás con el paso de los años.
[+] Decir que no a tomar por sentado el tiempo de los demás
Antes, en medio de una reunión con un cliente, yo solía decir: “Pasado mañana te mando eso”. Lo hacía pensando en el tiempo de Maeno, y no pensando en el tiempo del equipo. ¿Qué pasaba? Que yo me creía conocedor de las prioridades de todo el mundo. No sabía si el equipo de producción tenía una emergencia impostergable, o si las ejecutivas de comunicación ya tenían el día comprometido en un proyecto. Por eso, le he perdido el miedo a no ser dueño de la verdad: ahora, antes de darle un sí a un cliente, yo pido un tiempo para confirmar cómo está el fuego de la oficina. Ese “no, espérate” ha valido por mil “sí”.
Lo voy a resumir de esta manera: un “sí” sin base puede poner en peligro los estándares de calidad que cada uno de nosotros tenemos, ya sea a nivel profesional, social o personal. Un “sí” puede ser deshonesto cuando un “no” puede ser realista. Dar un “no” con conciencia es no solo protegerte a ti mismo, sino también proteger a quien está contigo, a largo plazo.
Por eso, repitan conmigo: hay que perder el miedo a decir que no.