Maenadas

«Los niños hablan cuando las gallinas mean». Esa era una frase muy común en las juntaderas familiares de los noventa… por lo menos en las mías. No las critico, somos especies de repetir patrones y no me cabe la menor duda que esa frase ha estado tatuada en familias por siglos. ¿En qué momento dejamos de ser niños y podemos hablar? Yo hoy me siento más niño que hace 20 años; tengo mucho más miedo y la verdad no tengo la menor idea de lo que estoy haciendo. Estamos viviendo en un mundo donde todo es válido, y cuando todo lo es, es mucho más difícil para nosotros elegir, discernir. Es más cómodo no entender lo que es malo o bueno, sino seguir a los que deciden qué lo es. Esos casi nunca tienen la razón. Y en ese momento –niños o adultos– debemos hablar.

Abrí un debate en Instagram donde preguntaba qué creían sobre la portada de Harry Styles en la edición de Vogue de diciembre. Él sale con un vestido, algo que no me sorprende –desde que él inició su carrera como solista ha sabido llevar un collar de perlas a lo Jackie O y transparencias mejor que JLo–. Lo sorprendente aquí fue el escenario: Vogue nunca había sacado un hombre con dicho estilismo y mucho menos solo; siempre había unas largas piernas femeninas en la ecuación.

 

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Entre todos los comentarios que recibí, los cuales fueron todos positivos (me confirmó que vivo en una burbuja, me hubiera encantado ver otros puntos de vista del por qué no están de acuerdo). Vi uno que fue el mismo comentario de Ramón Emilio, mi pareja, cuando vio la portada. «Lo que no me gusta es que parece que él lo está haciendo porque está de moda y se está montando en esa ola para ser más amado, más popular», me dijo en el estudio mientras veíamos Seinfeld. «Los hombres tienen tiempo vistiéndose de mujer: Prince, Kurt Cobain, Freddie Mercury. Es más, a Bad Bunny se lo creo más». Esto puede ser cierto, no conozco a Harry –me encantaría–, pero lo que veo es cómo el mercadeo o lo que algunos piensan que es una mentira, ha dado cabida a que otros vivan su verdad.

lo que veo es cómo el mercadeo o lo que algunos piensan que es una mentira, ha dado cabida a que otros vivan su verdad.

 

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Abrir esta conversación me expuso a historias y opiniones, donde me demuestra que hay que usar plataformas mainstreams –me refiero a Vogue– para tocar estos temas, porque no todos tienen la fuerza de hablar «cuando las gallinas mean». Aquí mis tres aprendizajes para que seamos más hombres:

[1] Tu profesión no la hace tu ropa.

Siempre he pensado que uno debe vestirse para proyectar su personalidad, no esconderla. Si pasaremos más tiempo estilizando nuestro cerebro, este escrito no sería necesario. El ejemplo de Harry Styles es un extremo de la conversación, pero hay acciones pequeñas, esas que muchos pasan por alto y otros critican. Tenemos un presidente que no usa corbata, un canciller que usa chacabana y hasta camisilla. ¿Eso los hace más o menos inteligentes?

[2] A veces necesitamos que nos salven.

Ahora más que nunca la salud mental se está viendo afectada. Muchos no tenemos los mismos ingresos que antes. La gente está hostil, habla mal, se desespera. La inteligencia emocional está de vacaciones. ¿Cuántas familias no dependen del hombre para que pague las escuelas, la comida, las medicinas? Muchos viven con esa presión, no tienen con quién hablar, con quién explotar, y al explotar digo rajarse a dar gritos, tirarse en el suelo o simplemente no hacer nada. Doy gracias diariamente de vivir una vida donde, de vez en cuando, me recuesto para que me salven: que decidan qué pedir de cena, que vayan al súper, que paguen la tarjeta este mes. Aprobemos el trabajo en equipo. Cuando vas en calle de doble vía, le ves la cara al de al lado, en cambio de siempre estar detrás o delante.

[3] Seamos todos más Elsa.

Señores, let it go. No estamos en este mundo para que el otro sea como tú quieres que sea. No crucifiquemos a los diferentes. El que es genuinamente feliz, lo único que quiere es ser feliz contigo. Eso no es sinónimo de que para serlo nos tiene que gustar lo mismo. Si tu hijo quiere ser Elsa, permíteselo. Que se lo prohíbas ahora, no quiere decir que no lo haga cuando pueda. No hay que ser psicólogo ni padre para saber eso.

@shalynnelson

My husband and my son dancing in the kitchen tonight. It made me want to freeze time. ❤️ #imnotcryingyouare #fyp #foryoupage #feelgood #frozen #family

♬ original sound – shalynnelson

Yo no creo que me ponga un vestido en un futuro cercano y con más razón para que todos entendamos que esto no se trata de una falda –o de mis canillas heredadas–. Esto es de saber respetar al que quiera hacerlo, aplaudir el que se atreve a ser diferente y entender otra frase noventosa famosa en mi casa: «Cada dedo de tu mano es diferente, pero están todos unidos». Seamos respetuosos de cada dedo, porque todos venimos del mismo sitio y cada uno tiene una razón de ser en esto que llamamos mundo.

Fotografías: Tyler Mitchell

Maenadas

Cuando me mudé a mi nueva casa, la cocina duró varias semanas hecha un desastre. No tenía la posibilidad de sentarme a organizarla como se debía. Sencillamente, el tiempo no me daba, pero el reguero constante me estaba afectando. Ahí fue que entendí el gran valor de un servicio como el de Casa al Día. Ellas vinieron y arreglaron todo.

Ahora, yo soy honesto con eso. A todo el que viene a mi casa y la ve tan arregladita le hablo sobre todas las personas que han ayudado a que esté y se mantenga así. Imagínense que, aparte de dirigir una empresa y tener una vida social y una vida familiar y ejercitarme y dedicar tiempo a mi aprendizaje, la sociedad también me exigiera tener la casa perfecta. Bueno, esa locura es exactamente lo que le pedimos nosotros a las esposas y madres y amas de casa. Y como nos encanta la competencia y ser pasivo-agresivos y hacer que el otro se sienta menos para nosotros sentirnos más, muchas personas no suelen revelar los servicios que permiten que nuestra vida parezca tan perfecta desde fuera.

Tenemos que ser más sinceros con nuestro backstage

Eso hay que cortarlo. Usted no es Beyoncé para decir que you woke up like this. Por la salud mental propia y de quienes nos rodean, tenemos que ser más sinceros con nuestro backstage. Vivimos en una constante competencia inconsciente, y eso se debe a que no mostramos todo el esfuerzo que requiere esa supuesta vida fabulosa.

Por eso, les voy a proponer lo siguiente: dejen de esconder a sus suplidores. ¿Usted vive tirando tela como la más Dua Lipa? Entonces diga la verdad: puede que el 70 por ciento de lo que usted se pone es o regalado o alquilado o vino por intercambio, y que usted use un estilista. ¿Trabaja 10 horas al día, se ejercita siete veces por semana y aun tiene tiempo de tener unos arreglos florales fabulosos que hasta parecen maridados con la botella de vino que se está tomando en esa Story? Diga la verdad: dé el número de su florista y agradezca al sommelier que le hizo un plan de suscripción y le manda tres botellas por semana, para que pruebe nuevos vinos echavainísticos. ¿Una sala con una decoración espectacular? Dele al botón y póngale la etiqueta de Instagram a su interiorista.

¿Por qué? Porque esta es una situación de doble vía: primero, al no hablar sobre los servicios de estos profesionales, los estamos subestimando. Segundo, porque también estamos subestimando la gran labor de edición, selección y casi curadoría que realiza una persona cuando escoge un suplidor y le comunica su visión. Ejecutar y crear, requiere mucho talento, pero elegir también. Por eso, si comparten sus suplidores, están hablando de su criterio y buen gusto… y sobre todo, están haciendo un regalo a la salud mental colectiva de sus seguidores en Instagram.

Pero me voy más lejos. Yo he vivido casos, profesionalmente, donde algunas personas no quieren ni pasarme el número de sus suplidores. Señores: ya hay tanto acceso a la información que esos nombres no permanecen escondidos mucho tiempo. Hay mucha gente talentosa abriéndose campo, y esos trabajos aparecen etiquetados como portafolio tarde o temprano en Instagram. Por eso, yo con tranquilidad doy el nombre de mi florista, de la imprenta donde hacemos las invitaciones, del fotógrafo, de quien sea… porque estoy claro de que el común denominador de todas esas ejecuciones es la relación que hay entre ellos y yo. Es una plena colaboración donde compartimos nuestra visión y la inteligencia logística para lograr una buena producción.

O imagínense que un suplidor puede tener miles de productos en su catálogo, pero es el buen gusto del cliente lo que hace que salgan esas agujas del pajar.

Démosle valor a nuestro gusto, a nuestro criterio, a nuestra visión

Todos nosotros tenemos que estar al tanto de cuánto vale un servicio, y apreciarlo y darle su mérito. Los servicios tienen un costo hasta más alto que los bienes, porque requieren aprendizaje, innovación, investigación. Pero también tenemos que estar al tanto de cuánto vale nuestro criterio.

Así que, no digan “I woke up like this” y escondan todo debajo de la alfombra. Digan “I woke up con este lewk en mente y Fulana con su varita mágica me ayudó a conseguirlo”. Démosle valor a nuestro gusto, a nuestro criterio, a nuestra visión, a la manera de emplear nuestro tiempo limitado de la forma más inteligente posible. Eso hace toda la diferencia.

Me desperté así

Conocí a Le Blanc a través del concurso S.Pellegrino Young Talents, y yo, que soy tan amante de las camisas, quedé impresionado por la calidad de las suyas. Cuando el talento se une con las ganas, esa combinación da mejores resultados que un negroni, y eso precisamente es la fuerza detrás de la marca de moda de Angelo Beato y Yamil Arbaje.

Cuando les pedí una camisa a la medida, no solamente accedieron, sino que también me ofrecieron la posibilidad de hacer una camisa totalmente personalizada. Al decirles que era fanático de la camisa blanca pero que una extravagancia al año no me hacía daño, decidieron trabajar con lino negro y botones de madera –es una combinación de la elegancia tradicional con la frescura tropical, que grita «¡CASUAL!», pero por su color y detalles en piel me decía en secreto «Don Draper»–.

Tres semanas después me presentaron un ejemplar que llevaba un Post-It de Sin El Co como logo. Como podrán ver en las fotos y seguramente me verán en persona, los resultados fueron espectaculares.

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New to Me

Este mes acumulé seis nuevos favoritos, y aquí los comparto con ustedes.

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[1] INSIDE OUT

¿Cómo con algo tan simple como unos muñequitos se puede aprender tanto? Eso me pasó viendo Inside Out, una historia que explica la importancia del balance en cada aspecto de la vida, pero sobre todo te deja con la enseñanza de saber lidiar con los cambios y tener la esperanza de que siempre vendrá algo mejor.

[2] LOS CLÁSICOS CONVERSE

Esto no es nuevo, pero es aun mejor: un clásico. Me dio con comprarme unos Converse, y ahora nos hemos vuelto inseparables. Si los compras negros puedes combinarlos con cualquier cosa, y hasta te sientes especial.

[3] LENTE CANON EF 50MM F/1.8 STM

Esto de bloguear me ha gustado mucho, y en mi constante búsqueda de todos los que inventan con fotos chulas veía fotos espectaculares y quería hacer algo similar… pero resulta que esas ideas en mi cabeza eran muy chulas, pero no todo lo que pasa en la vida real pasa en TNT. Así que descubrí que hay trucos para que esas fotos salgan espectaculares: con un lente Canon EF 50 mm f/1.8 STM uno sale en primer plano bien enfocado y el fondo todo borroso, y digo yo que hasta con una piel de Ken acabado de salir de la fabrica de Mattel. Si me preguntas científicamente qué hacen todos esos números, te responderé que no sé… pero de que las fotos quedan chulas, eso está garantizado.

[4] EL ÁLBUM 25

Después de haberle dicho Hello a todo el que se me cruzaba en la calle, por influencias de Adele, finalmente llegó 25, y es un álbum sin desperdicios. Todavía estoy en el proceso de aprendérmelas todas, pero les puedo decir que tengo a When We Were Young en repetición constante.

[5] EL SPRAY DE PINO

De la Navidad detesto los tapones, pero me encantan el arbolito y la comedera. Siempre he dicho que la época tiene un olor particular, y resulta lo encontré: es el olor a pino que había en la tienda D’Arquín cuando iba hace algunos añitos con La Doña del Moño, y me he reencontrado con él –y aun mejor, en spray–. Todas las mañanas le doy su debido baño al arbolito, a la corona y a cualquiera que se me cruce en frente.

[6] EL DOBLE BURGER

¿A quién no le gusta el doble sueldo? No he conocido la primera persona que diga que no. Resulta que la competencia de Mustard’s se acaba este mes, y no les puedo negar que han sido unos últimos días difíciles, pensando en que BodyIgnition podría pasarle a The Maeno Issue en ventas. Como eso no sucedió, ahora solo me queda un solo estrés: el Doble Burger de Angurria y los Come Crayones. No les daré muchos detalles, pero imagínense todo lo que les gusta por partida doble: un pastelito de doble queso, chimi-slaw, un nidito de plátano, doble carne, doble queso (cheddar y mozzarella), doble tocineta y un pan brioche de cheddar crujiente.

Abul Santo Domingo

Dicen que siempre dejamos lo mejor para último, y Manhattan es definitivamente lo mejor en un viaje por Nueva York. Caminamos, conocimos, comimos, y sobre todo disfrutamos de poder ver todo un mundo rodeado de calles que le dan sentido a ese término que la define de esquina a esquina: «la capital del mundo». Aquí les comparto mis puntos favoritos en la ciudad.

EL HIGH LINE
Viajar con un arquitecto te enseña a ver cosas que antes no entendías, o mejor dicho no sabías el origen: esto me pasó con el High Line. Me cuentan los manhataneros que este proyecto era odiado por todos los desarrolladores de edificios, porque era una línea de ferrocarril abandonada que se construyó en la década de 1930. Resulta que un grupo de locos pudo hacer este parque, un espacio donde puedes cautivarte con la magia de la ciudad pero con un toque de naturaleza –en otras palabras, no estás cantando con los pajaritos en Central Park, pero tampoco cruzando una calle entaponada con miedo a que un taxi amarillo te batee–.

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BUBBY’S
Esas mismas personas que no creían en el High Line y solo querían subir torres se han dado cuenta del valor que ha cogido todo lo que rodea esta edificación, ya que los precios suben por segundo y todos los establecimientos viven llenos. Justo antes de subir nos paramos a comer en mi lugar favorito de todo el viaje: Bubby’s, un restaurante que se define como un «defensor de la mesa estadounidense». Para explicar ese lema: ellos están felices de que la gastronomía local siga evolucionando y vengan otras culturas a traer su comida, pero ellos van a hacer sus platos típicos estadounidenses, sin perder la esencia de su cultura. Aplauso para ellos.

En nuestra primera visita pedimos unos huevos benedictinos con panecillos de leche cortada, tocineta de la casa y unas hash browns, junto a un Double Decker Grilled Cheese de fontina y gruyere con aguacate y cebollas dentro de un pan de masa fermentada. El segundo día repetimos ese sandwich junto a una hamburguesa Double Bubby’s, y aparte probamos los macarrones con queso. Sobre este último plato: yo no como nada salsoso, pero yo no sé como fue que lo hicieron… no tenía esa acostumbrada crema pesada, y tenía una especia que todavía hoy estamos buscando qué pudo haber sido –¿Canela? ¿Nuez mozcada?–. Llegó un punto que Ramón Emilio no sabía si era una avena de desayuno o unos macarrones, pero lo que sí les garantizo es que estaba mortal.

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EL WHITNEY (Y NO HOUSTON)
Como me pasé el viaje posando para fotos con mochilas, en paredes y cruzando calles, pensé que también era importante equilibrar con un poco de cultura. Esta vez me tocó ir al Whitney Museum, con una retrospectiva de Frank Stella; aquí pudimos apreciar alrededor de cien de sus obras, comenzadas a mediados de la década de 1950. También pudimos ver la exposición de Archibald Motley, donde pude ver el crecimiento de un artista en sus diferentes etapas, a pesar de estar enfocado en poder plasmar las características culturales de la sociedad afroamericana. A pesar de enfocarse en escenas musicales y de festejos, el retrato de su abuela, Portrait of my Grandmother, fue uno de los que más me tocó: hay toda una historia reflejada en ese rostro.

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SOMETHING ROTTEN
Si vas a Nueva York y te gusta, como a mí, la producción, el arte, los vestuarios y lo bonito en general, Broadway es una parada obligatoria. En esta ocasión vimos Something Rotten, una obra sobre dos hermanos que escriben obras de teatro en la época del Renacimiento Inglés, donde Shakespeare era el David Beckham y ellos luchaban por poder tener su mismo éxito con alguna de sus obras.

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A LO FASHION BLOGGER
Cuando me enteré de que Emilio Rodríguez, uno de los nuevos talentos fotográficos que está utilizando Maeno&Co, estaba en Nueva York, inmediatamente le pedí juntarnos para hacerme fotos para este blog. Nos juntamos con él en el High Line y de ahí seguimos hasta Cafe Cluny –el nuevo «it place» de Manhattan, recomendado por Michèle cuando me aseguró que iba a encontrar una celebridad ahí sin importar la hora, y quien no se equivocó cuando tuve al lado a Conrad Ricamora, el Oliver de How to Get Away with Murder–.

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Para resumir: me hice un cambio de ropa en pleno Chelsea Market, porque por más chulas que vean las fotos, para llegar a ellas fue todo un proceso.

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Y así terminó mi gira por Manhattan, y esta tan necesaria escapada a Nueva York.

Abul Santo Domingo

Ya al pasar de los Hamptons a la ciudad de Nueva York teníamos previsto ir a Brooklyn y darnos un pequeño baño hipster. Resulta que en esta metrópolis el Weather Channel es bien preciso, porque aunque leí el día anterior que esperaban lluvia, pensé que era igualito que en RD, que en cuando dicen eso no hay bloqueador que pueda contra el sol. Cancelamos el viaje con mucha pena, ya que era de las cosas que mas ilusión me hacía, prometiendo que íbamos a intentar ir el jueves. ¿Y qué pasó cuando llegó el famoso día? ¡Lluvia! Pero cuando creas que las cosas no están para ti, haz que lo estén: cogimos un paraguas, nos montamos en la parada del metro de Union Square, cogimos el tren L hasta llegar a Bedford Avenue, en el corazón de Williamsburg, y ahí comenzó la aventura.

Los planes que habíamos hecho para este día eran pocos: queríamos perdernos entre calles y paredes de colores, entrando a cada sitio que veíamos para curiosear el estilo tan particular que impera en ese vecindario –antigüedad sin verse antigua–. La primera parada que hicimos fue en Heatonist, una tienda especializada en picantes. Ramón Emilio, loco con los picantes, terminó comprando 8 frascos… los cuales yo estoy seguro voy a mantener bien lejos de mi ser al momento de estar sobre la mesa.

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Los que me conocen saben que no como cuentos con mi pelo: me lo cuido mucho, siempre estoy atento a estar peinado; que si los productos, la humedad, el volumen y todo lo demás. Es algo mío y no me puedo contener. Resulta que mientras pasábamos frente a las puertas verdes de Fellow Barber, a Ramón Emilio le entró una furia por pelarse.

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Entramos, y yo inmediatamente dije que a mí nadie me le iba a poner la mano a esta cabeza… pero mientras veía cómo lo pelaban fui experimentando algo nuevo para mí, una especie de pique interno de esos que hacen que quieras meterle el pie a una gente caminando. O sea, me llené de odio. Derek, con un estilo impecable salido de una Mad Men versión hipster, fue el barbero responsable de ocasionar este sentimiento. Él mismo nos confesó que luego de la peluquería, su obsesión es la moda, y para colmo resulta que hasta es el estilista oficial de la serie Boardwalk Empire. Cuando me mandé a correr a la recepción para que me programaran la cita inmediatamente después de Ramón Emilio, me dijeron que solo estaba disponible para unas horas después.

Ustedes están claros de que yo dije que sí.

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Aprovechamos el tiempo para comer en Roberta’s, una institución de la pizza a cuatro paradas de distancia, en Bushwick. Cuando ves la entrada crees que es un lugar que ha estado deshabitado por siglos, pero ahí es que empieza la magia: en este edificio abandonado pusieron un horno de leña y bombillitos, y el espacio se fue llenando con toda la historia que la gente fue dejando.

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Mi saludo fue «Hola, tráiganos una Margherita» –porque los que saben de pizza siempre me dicen que si pides una Margherita y está buena, todo lo demás será excelente– y una Four Emperors (salsa arrabiata, mozzarella, ricotta, capra con pepe, queso Asiago y semillas de ajonjolí). Estuvieron excelentes.

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Luego volvimos al barbero, a ver si mi apuesta con Derek iba a ser positiva. Aquí están los resultados:

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A quien le gusta conocer cosas diferentes, escuchar las aceras y los árboles explicarte por dónde doblar o dónde caminar, Brooklyn es el sitio para eso. En Williamsburg y algunas partes de Bushwick todo el mundo presume de vivir sin complicaciones y sin preocuparse mucho por su apariencia, pero queda claro que cada peinado, cada barba y cada vestuario parece sacado de una película indie con mucho presupuesto. ¡Gracias por las horas de entretenimiento, Brooklyn!