Maenadas

No importa si les gusta la música de Bad Bunny o no: hay que admitir que la persona y el artista tienen una narrativa conjunta muy ecuánime. Cualquier artista puede ganarse el título de desbocado o transgresor; muy pocos pueden tener el orgullo de tener una voz que impacte en cuestiones sociales y políticas. Benito ha logrado ambos de una forma creíble y, a mi parecer, muy efectiva.

¿Que muchos cantantes son rebeldes sin causa, usando ropa llamativa solo por el hecho expreso de ser llamativa? Cuando Bad Bunny usó una falda en el Tonight Show de Jimmy Fallon no lo hizo por joder la paciencia; lo hizo en honor a Neulisa Luciano Ruiz, una compatriota transgénero a quien los medios boricuas irrespetuosamente tildaron de “un hombre en falda” en las noticias de su asesinato. Desde su posición como hombre cisgénero, heterosexual y exitoso, y usando como canal una presentación musical, utilizó su visibilidad para dar un mensaje poderoso en nombre de todos los que no tienen su privilegiado nivel de representación. Pero encima de eso sembró una semilla en las mentes de su público, que en su mayoría es joven: no hay nada de malo en ser transexual, así como no tiene nada de malo ser un hombre heterosexual y usar falda.

Claro, que eso era solo un tentempié para el bombazo que fue después el vídeo de Yo perreo sola: no solo por el mensaje a gritos en contra del acoso femenino, sino también por el mensaje susurrado que fue el esfuerzo que puso en el detalle artístico de las piezas que usa su alter ego femenino. Eso es respetar. Bad Bunny es como un flautista de Hamelín, pero positivo: con la excusa de su música digerible está educando a la juventud sobre temas sociales profundos.

Y ahora me pregunto: ¿Qué puedo aprender yo de Bad Bunny? O más que esto, ¿qué pueden aprender mis clientes y las marcas dominicanas en general de su forma de actuar? Los consumidores buscamos autenticidad, inteligencia y ecuanimidad en las propuestas. Con el celular en mano poco a poco los consumidores dominicanos nos hemos convertido en los verdugos y castigadores de toda marca personal o empresa que tenga un chipeo. Pero lo mismo pasa en sentido contrario: gracias al internet estamos abriendo los ojos, y por eso celebramos las voces privilegiadas que con sus mensajes buscan cambiar nuestra sociedad para bien.

En un país tan machista, el aislamiento domiciliario por causa del coronavirus ha hecho que muchos esposos y padres valoren más el trabajo casero

Por eso quisiera proponerles un ejemplo sencillo pero necesario: en un país tan machista, el aislamiento domiciliario por causa del coronavirus ha hecho que muchos esposos y padres valoren más el trabajo casero. Los memes sobre fregar, cuidar los hijos, la limpieza de la casa y la organización mental que requiere hacer la compra del supermercado no se han hecho esperar. Muchos hombres están revalorizando el rol que injustamente les dejan exclusivamente a sus mujeres — da gusto ver sendos posteos de Alberto Fiallo, Alejandro “Argentarium» FernándezPoteleche en su noticiero —. Imagínense: una parte de esas mujeres trabaja el mismo horario que sus esposos, y aparte entonces tienen que tirarse encima la totalidad del manejo del hogar.

 

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Déjenme compartirles esto que vi en el New York Times este pasado febrero: las mujeres en matrimonios heterosexuales experimentan los niveles más altos de trastorno psicológico, muy por encima de lo que reportan sus esposos. ¿Por qué? Porque estos dos últimos grupos no tienen que cargarse la casa y la familia enteras encima. hombre heterosexual, su machismo hogareño le está causando angustia y deterioro psicológico a su mujer.

Hay que normalizar esas tareas que no le quitan la hombría a nadie; más bien, son una muestra de grandeza y autoconfianza

¿Cómo pueden las marcas, desde su posición de privilegio, hacer su papel de Bad Bunny? La publicidad impacta nuestra forma de ver la vida; siembra una semilla en nuestras cabezas al indicar los bienes y las vivencias a los que podemos aspirar. Si la publicidad dominicana comenzara a enseñarnos que no tiene nada de malo encargarse del 50 por ciento de los menesteres del hogar, incluyendo la crianza de los hijos, pueden aportar a lograr una sociedad dominicana más positiva y menos sexista. Hay que normalizar esas tareas que no le quitan la hombría a nadie; más bien, son una muestra de grandeza y autoconfianza. Quisiera ver anuncios con padres cambiando pañales sin utilizar el recurso de la ineptitud para justificar que muchos no tienen instinto “maternal”. Quisiera ver artes con padres haciendo la tarea con sus hijos. Quisiera ver padres en el pediatra. Quisiera ver hombres haciendo la compra. Quisiera ver el yo-cocino-y-tú-friegas bien explícito. Quisiera ver marcas de alcohol presentando cócteles de colores para hombres y tragos con whisky para mujeres. Quisiera ver mujeres cambiando un bombillo y hombres lavando la ropa.

Sería muy simplista pensar que solo los políticos o los grandes empresarios pueden cambiar esta sociedad. Y sin embargo, nadie esperaría que un reggaetonero — con el sexismo histórico que arrastra el género — diera cátedras de feminismo. Por eso, aun desde nuestros pequeños roles quienes trabajamos en comunicación y publicidad podemos contribuir para crear la sociedad que queremos. Los creativos y creativas, ejecutivos/as de cuenta y gerentes de marca pueden hacer mucho con una estrategia sostenida de desmachificación de su comunicación. Así que, para aquellas personas que tienen ese poder, ¿se van a quedar callaítas o van a comenzar a perrear solas?

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¿Por qué ustedes creen que doña Anna Wintour logró echar raíces en esa silla, con su pajecito tan inamovible como ella? Habrán miles de teorías sobre los meneos internos de Condé Nast, pero hay algo que es parte de la historia de la moda y fue muy visible para todos los que estamos fuera de esa oficina: su primera portada como editora en jefe de Vogue, la de noviembre de 1988, con una modelo en una chaqueta de Christian Lacroix y jeans de Guess. En un momento en donde las revistas de moda favorecían el look total, con piezas de diseñador de pies a cabeza, la Wintour le dio voz a la escuela de pensamiento que dice que el real estilo está en poder combinar lo masivo con lo exclusivo — el high y el low —. Pero para mí lo más lindo del caso es que, aunque haya sido un momento editorial clave, eso fue un reflejo de lo que ya la sociedad hacía orgánicamente: todos, a distintos niveles, vivimos el high and low en distintas categorías de compra, más allá de la ropa.

Les voy a poner un ejemplo cercanísimo: yo amo la pizza de Il Caminetto. No hay nada mejor que ir a sentarse allá de noche para ver cómo Francesco hace magia con queso y masa, y saborear ese pedacito de gloria italiana en Santo Domingo. Esas pizzas son de una calidad altísima y de manufactura francescana — dígase, todas pasan por las manos de Francesco —, con ingredientes por la raya, y el precio va acorde. Y ahora les voy a decir otra cosa: yo amo las pizzas de Pizzarelli. No hay mejor combinación que un domingo lluvioso, un clavo de Netflix y una Picolizza Sorrentina. Imagínense que un influenciador digital tenga esas mismas preferencias, y que por supuestamente planchar su imagen o cuidar sus contratos solo promueva una de esas dos facetas de su vida. No debería ser así. Yo creo que nos conviene a todos, tanto a los influenciadores como a las marcas como a los seguidores, que cada persona pueda compartir la diversidad de sus preferencias en cada categoría. Cada rango de precio tiene su ganador absoluto, y en el caso de Il Caminetto y Pizzarelli, para mí cada uno de ellos es el mejor en su división. Es como quien bebe Zacapa Royal para celebrar ocasiones especiales pero también aprecia la calidad de un Brugal Añejo como opción más cotidiana — dígase, yo —. Ambas opciones son buenas dentro de su rango. ¿Por qué no tener ese tipo de sinceridad y transparencia con todas las categorías?

¿Considerarían los gerentes de marca contratar influenciadores no con exclusividad de categoría, sino con exclusividad de momento?

Por eso, voy a hacer una sugerencia loca: ¿Considerarían los gerentes de marca contratar influenciadores no con exclusividad de categoría, sino con exclusividad de momento? Yo no le creo a nadie que use una sola marca de zapatos, pero sí le creo que use un súper par de tenis para ejercitarse, unos tacos elegantísimos para las salidas nocturnas y unas sandalias planas para hacer diligencias. Solamente ahí hay tres posibles contratos con marcas que no competirían, y que brindarían una historia mucho más realista, porque un influenciador no es un medio de papel o de pantalla, sino una persona con una vida real. Lo importante es diferenciar los momentos.

Para los influenciadores, esto ampliaría su portafolio de posibles clientes. Para las marcas, esto disminuiría parcialmente los costos de los contratos, pues no se trata de una exclusividad de categoría. Para los seguidores, le permitiría ver la humanidad y las miles de facetas reales, más creíbles y orgánicas de las personas a quienes siguen. Y para nosotras las agencias, nos permite ofrecer a los clientes y a los influenciadores paquetes que produzcan un contenido mucho más detallado. Eso me parece mucho más honesto y provechoso para todas las partes involucradas.

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Muchas veces siento que, en materia de criticar, ni Usain Bolt le gana a la velocidad con la que agarramos el celular para teclear veneno. Esto es parte de lo que les comentaba en una Maenada pasada. Pero eso no me sorprende, porque al fin y al cabo somos humanos y es parte de nuestra naturaleza. Lo que sí me sorprende es lo lentos, poco empáticos o hasta incapaces que somos a la hora de alabar lo bien hecho.

Un piropo que sale del corazón es un regalo para una relación interpersonal, pero un piropo que sale del cerebro vale por dos para una relación profesional. Me explico: ya algunos hemos apagado el ego a la hora de aplaudir algo personal en los demás —ahí entra un piropo cuando alguien tiene el bonito revolteao, cuando a alguien le quedó bella su casa o cuando la comida está que se merece cuatro estrellas Michelín—. Sin embargo, nos cuesta muchísimo más utilizar esa misma mecánica para dar un piropo profesional. ¿Y saben qué es lo peor? Que muchas veces no es malicia, sino que no nos imaginamos la importancia que tiene para quien está del otro lado.

“¡Qué bonito quedo todo!” no es un piropo bien horneado

En Maeno&Co realizamos eventos con frecuencia, y lo digo en serio: la clave del éxito de lo que hemos hecho se debe en gran parte a esos piropos profesionales que nos indicaron cuál era el camino correcto. Mucha gente no se imagina el sudor y las neuronas que hay que ponerle a la producción de un evento; por eso, cuando alguien se fija en un detalle que costó trabajo y lo resalta, es casi como una consultoría gratuita (y muy apreciada).

Pero ojo: “¡Qué bonito quedo todo!” no es un piropo bien horneado. Yo creo que el sistema educativo dominicano hace demasiado énfasis en el qué y no en el por qué, usando mucha botella, introducción, desarrollo y conclusión en vez de análisis y opinión personal, y por eso crecimos sin desarrollar esos músculos mentales que nos permiten contextualizar nuestra opinión. Por eso, un piropo al dente sería: “Qué buena elección hicieron con la moderadora del panel, porque era un tema difícil de tratar, pero ella lo desmenuzó todo con humor para que cualquier ciudadano de a pie lo entienda”. Eso, por ejemplo, nos deja saber que ese talento conecta con el público, y debe ser nuestra primera elección a la hora de realizar eventos que conlleven conversaciones sobre el escenario.

Lo bueno necesita ser amplificado para que cree precedente y entonces tendencia

O no tiene por qué ser un evento. Quizás es algo que ven por redes sociales. Muchas veces no decimos nada porque pensamos que la empresa o el equipo ya lo saben, pero de nuevo: un piropo es una confirmación de que algo ha conectado con el público, y las empresas entonces ajustan la brújula para ir a este nuevo norte. Entonces pónganse a pensar: ya que ustedes tienen el poder a través del celular de comunicarse con cualquier persona o empresa, ¿por qué no reforzar lo bueno? Si comienzan a hacer eso, es muy probable que con sus opiniones encaminen al mercado hacia algo que vaya más acorde con lo que ustedes buscan. Muchos queremos aportar a la inclusión, a las medidas sostenibles, a la equidad de género. De corazón, se los digo: para todo eso, una crítica negativa ayuda muchísimo, pero un piropo también. Ambos ayudan a moldear la sociedad según lo que queremos ver, porque lo bueno necesita ser amplificado para que cree precedente y entonces tendencia.

Pero en la agencia decidimos no esperar a que esto cambie, y lo vamos a cambiar nosotros: si la montaña no va a Maeno&Co, Maeno&Co va a la montaña. Si asisten a uno de nuestros eventos en el futuro próximo, se van a dar cuenta de que vamos a estar con carpetica en mano dando carpeta, preguntándoles qué les gustó y qué no de lo que acaban de vivir. Vamos a abrir el horno y a sacarles tanto las críticas negativas como los piropos, porque esa es nuestra energía renovable para seguir mejorando.

Por eso, ¿quieren mejores empresas, mejores eventos, mejores talentos, mejor servicio, mejores colegas, mejores anuncios, mejores películas, mejores ambientes de trabajo, mejor lo que sea? Entonces hay que dejar de comerse los piropos.

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Cada vez que me preguntan cómo se puede medir el retorno de inversión de la difusión a través de un influencer, hago la misma salvedad. “La pregunta no es cómo, sino cuándo”. Es, básicamente, la ley Musicólogo. ¿A qué me refiero con eso? A que cuando un cliente contrata a un influenciador para una campaña, debe estar claro de los plazos de los resultados que desea. No es lo mismo contratar a un influenciador para vender un producto o un servicio de inmediato que para hacer un trabajo de definición de marca, que puede tomar meses y hasta años.

Con esto no me estoy refiriendo a la longitud de los contratos de los influenciadores, sino al tiempo que le toma a un cliente lograr su objetivo a corto o largo plazo, y la función de un contrato dentro de ese objetivo.

Más aterrizado: una cosa es contratar a un influenciador para vender una línea de traje de baños durante el mes previo a Semana Santa, otro es contratarlo para impulsar las ventas de un producto o servicio premium durante varios meses, y otro es contratarlo para asociar su estilo de vida a la marca. Por eso, para cada tipo de plazo existe un momento para poder medir.

A corto plazo: Una venta inmediata

Este es uno de los contratos más comunes. El cliente tiene una campaña efímera y desea promover la venta del producto o servicio. Hay influenciadoras de moda que, por ejemplo, logran agotar en un día un pantalón o un par de zapatos en una tienda.

Sin embargo, ¿qué pasa cuando se contratan distintos influenciadores para una misma campaña, o cuando el consumidor no compra el producto dentro del plazo inmediato, pero sí se informó a través de instagram? ¿Cómo mide el cliente el poder de venta de cada influenciador, entonces? O, peor… ¿Cómo protegemos el trabajo del influenciador del espíritu malvadito del hater a quien no le gusta decir que compró algo porque se lo vio a esa persona en Instagram?

Hay formas de tomar las riendas de la medición y tener una idea certera de quién funciona mejor

Yo por eso propongo el uso de códigos en caja. Igual que muchas marcas online ofrecen a sus embajadores un código particular para poder medir ventas, y un sitio web mide las referencias de tráfico a través de URLs con parámetros individuales para cada fuente contratada, asimismo deberían hacerlo muchas marcas en vida real. Por ejemplo, imagínense que Maeno es influencer de corbatines en Tienda X. Todo el que vaya a la tienda y diga que vio en mi cuenta de Instagram que los que digan MAENO10 en caja tienen un 10 por ciento de descuento en corbatines le va a dar al cliente la capacidad de medir cuáles influenciadores son más efectivos a corto plazo. Puede que requiera más esfuerzo, porque con este tipo de activación 360 se necesita entrenar al personal de caja para tomar nota del código, pero es una forma de tomar las riendas de la medición y tener una idea certera de quién funciona mejor.

A mediano plazo: Presentar un producto premium

Imaginen, por el contrario, que el cliente quiere promover la venta de un producto o servicio que no es una compra de impulso. Dígase, no es un ítem de RD$2,000 sino uno de más de RD$200,000. En ese caso, lo ideal es contratar un influenciador con un contrato a mediano plazo y dar tiempo a que la decisión de compra se concretice. Como se trata de un número limitado de ventas, ahí entonces es importante preguntar al consumidor cómo se enteró del producto.

A largo plazo: Asociación de estilo de vida

En Maeno&Co hemos tenido clientes que han buscado posicionar marcas completas o servicios particulares dentro de un tipo de estilo de vida. Por ejemplo: piensen en los vehículos Volvo hace cinco años o en los cruceros de río actualmente. En el primer caso, en República Dominicana la marca había estado desde siempre asociada a la calidad, seguridad y durabilidad, pero no necesariamente al lujo; en el segundo caso, el segmento se ha relacionado mayormente a un grupo de edad alto, por ser un tipo de viaje costoso y mucho más relajado que un crucero de mar.

La meta no es una venta al día siguiente, sino posicionar o re-posicionar su percepción

Tanto Volvo como Viajes Alkasa nos contactaron para trabajar lo que los estadounidenses llaman el juego largo: además de las campañas tradicionales de promoción, vieron adecuado asociarse a un influenciador con un estilo de vida ya establecido, para así crear un efecto de halo. Es conocimiento o awareness en vez de venta inmediata. Por eso verán que las Luna Colada tienen un contrato de varios años con Volvo y que Crystal Jiménez recientemente hizo la cobertura del reciente evento de lanzamiento de nuevos cruceros de río en el portafolio Alkasa. Igualmente, la agencia de viajes realizó una iniciativa con Nicole Tactuk para Marriot Vacation Club. Según me explicó el equipo de mercadeo, estas actividades han tenido un impacto significativo “en cuanto al branding de Alkasa asociado a líneas de lujo”.

Ahora, ambas empresas están más que conscientes de que la meta no es una venta al día siguiente, sino posicionar o re-posicionar su percepción ante un posible público comprador.

Por eso, la próxima vez que quieran calcular el posible retorno de inversión al contratar influenciadores, no comiencen por estimar el número de ventas. Lo más importante es determinar el plazo adecuado para cada campaña.

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Unos dirán que Gaby Castellanos es una visionaria de la publicidad o una estratega de redes sociales, pero para mí es un tirapiedras profesional para todo el que trabaja en comunicación: es increíble la precisión y la puntería que tiene para lanzar la verdad directo al blanco, aunque duela.

En los últimos años he tomado decisiones dolorosas pero necesarias para el crecimiento correcto de Maeno&Co, y me dije que iba a tomar otra más: enfrentarme a quemarropa al aprendizaje con ella. Por eso, hace unas semanas metí ropa y valor en mi maleta y asistí a un campamento de engagement que ella realizó en Miami, con una jornada completa para solo 30 personas.

¿Y saben qué aprendí de ella ese sábado? Mucho. Aquí les comparto un resumen.

[+] Un like no es una venta

¿Recuerdan cuando les dije que yo creo en los micro-influenciadores? Ella piensa igual: hay gente con cientos de miles de seguidores que no vende ni un jarrón de flores, pero otros con cinco mil venden 700 jarrones con una campaña similar. ¿La diferencia? El público nicho que sigue al micro-influenciador es adicto a la decoración y las flores. Lo masivo tiene su fin, pero lo nicho tiene su gracia.

Igual hay que repensarse el medio donde uno se anuncia. Si Instagram es lo que está de moda pero la mayoría del público que usa el producto o servicio que uno vende prefiere Facebook o hasta WhatsApp, ahí es que hay que estar. Hay que dejar de pensar que lo que funciona para la mayoría también debe obligatoriamente funcionar para uno, sin antes estudiar a quién uno le está hablando.

[+] Marcas: pónganle atención al público LGBTQ

Tomemos una pareja de heterosexuales AB en la treintena y una pareja de gays en la treintena, ambos en Santo Domingo. Podemos apostar lo que sea a que los primeros tienen al menos un hijo, mientras que los segundos como mucho tienen un perrito. ¿Quién tiene más dinero para gastar en ropa, viajes, gimnasio especializado, restaurantes, tratamientos estéticos y demás experiencias de lujos? Obviamente no los que pagan colegio, ropa infantil y niñeras. Aunque eso ya lo entendieron hace rato Estados Unidos y Europa al hablarle a las parejas DINK — Dual Income No Kids —, aquí en República Dominicana ese efecto se está comenzando a sentir. Por eso, a los productos y servicios que ofrecen lujo: comiencen a pensar en cómo hablarle al público LGBTQ joven.

¿Y por qué estoy hablando de capacidad de gasto discrecional en vez de enfoques éticos o de inclusión? Porque eso aprendí en el campamento: que en países donde el tema es difícil de tratar en público, como el nuestro, mostrar una oportunidad de venta muchas veces es más efectivo, y que la inclusión vendrá entonces por fuerza de la gravedad. El dinero es un idioma común para la mayoría de las personas, y es un lenguaje que muchas empresas entienden fácilmente. Es una verdad difícil de digerir, porque lo ideal es hacer las cosas por respeto y por igualdad… pero también hay que ser estratégico para lograr ciertas cosas cuando el panorama social es difícil.

[+] Al comunicar hay que dejar el ego a un lado

Cuando comencé el proyecto de las Maenadas, mi intención era compartir mis conocimientos profesionales, para convertir esta sección del blog en un manual para quienes aspiraban a realizar eventos o trabajar comunicación corporativa. Mi idea inicial era escribir algo de utilidad. Sin embargo, me di cuenta de algo importante: cuando me salía del guión y escribía algo que me salía del corazón, que tenía más utilidad social que utilidad comercial, ustedes me respondían con más fuerza y me hablaban sobre el valor que tenía que alguien apuntara el dedo hacia esa conversación. ¿Qué me recomendó Gaby cuando le conté esto? Pues, precisamente lo que estoy haciendo ahora: dejar mi ego profesional a un lado y valorar lo que tiene más valor para los lectores. ¡Jamás habría imaginado que ustedes querían leer mi posición sobre ciertos temas! Sin embargo, ustedes me han enseñado esa lección con las Maenadas… y es algo que pienso aplicar en todas mis facetas profesionales. Así que, tanto a ustedes como a Gaby: ¡Gracias por hablarme claro!

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¿Sabían ustedes que cosa que la Peccata anuncia en su cuenta de redes sociales, cosa que fácilmente se vende en una tienda? ¿O que bikini que se pone Gabi Desangles, bikini que se vende? ¿O que oferta que Techy dice “Esto lo tiene Jumbo”, producto que se acaba ese mismo día? ¿O video que sube El Panda que Anda, video que se comparte entre miles de grupos de WhatsApp por minuto? Eso se debe a que ellos han cultivado una relación de honestidad, de transparencia y de conversación con sus seguidores. En otras palabras: quienes los siguen confían en su palabra, y se sienten a gusto dialogando directamente con ellos a través de los comentarios.

Les dan la mano y le han cogido el brazo entero, de la forma menos humana posible

Pero eso es un arma de doble filo: muchos influenciadores han decidido no mostrarse como una persona perfecta, sino como un ser humano en constante aprendizaje, con unos días buenos y otros malos. ¿Y saben lo que han hecho algunos? Les dan la mano y le han cogido el brazo entero, de la forma menos humana posible. ¿A qué me refiero? Solamente miren esta captura de un comentario que le dejaron a María Conchita en su cuenta de Instagram.

Yo me pregunto: ¿Qué cree esa persona que va a ganar con eso? Muchas veces, a los influenciadores se les castiga por haberse librado de los complejos que los demás cargan encima. Esa gente acomplejada entonces quiere pisotear al otro, para avergonzarlo hasta el punto de que él o ella siga pintando dentro del contorno.

¿Y saben qué es lo peor? Que haciendo eso ellos mismos se clavan el cuchillo. Ese contorno no es real. Quizás esa persona que piensa que solo las mujeres con cierto tipo de cuerpo pueden ponerse cierto tipo de ropa o accesorios tiene esa percepción porque una parte privilegiada de la sociedad lo dictó así, y ella lo internalizó como si fuera cierto. Ella no entiende que existen personas que están retando esos estándares a diario, haciendo que los límites de lo aspiracional se expandan cada vez más, para que cada vez más personas puedan entrar. No hay solo un estándar de belleza, de inteligencia, de carisma. Si algo ha logrado Instagram es demostrarnos a todos que hay más de un tipo de voz que vale la pena escuchar —y es muy posible que voces como la nuestra estén dentro de esa tómbola, brindándonos la oportunidad de que nosotros mismos y la sociedad nos valoremos mejor—.

Pero para que vean como son las cosas: ni alguien con una figura convencionalmente aceptada se salva del teclado de los odiantes. Cuando le comenté a Gabi Desangles sobre el tema de esta Maenada, me envió esta captura de pantalla, con personas criticándola por un atuendo que llevaba. Le estaban reclamando por supuestamente vestirse de forma vulgar.

O cuando Techy Fatule compartió su historia sobre la ansiedad que le causaba el yoyo de las dietas, y cómo logró estar en paz con su peso al hacer las paces con la comida, muchos comenzaron a atacarla diciéndole que en realidad se había hecho una cirugía para deshacerse de la grasa.

Miren: muchas marcas no entienden que el trabajo de un influenciador no es solo promover un producto o un estilo de vida, sino también salvaguardar su salud emocional para defenderse de toda la gente que no entiende el trabajo que están haciendo. Ahí hay gente que, desde el anonimato y la cobardía de un celular, le dicen cundango al Panda que Anda, por el simple hecho de hacer videos jocosos imitando su madre. Juan Luis Minaya ha convertido sus respuestas a los haters en vídeos graciosísimos.

Pero más allá de no darnos cuenta de cómo los influenciadores “diferentes” están cambiando nuestra percepción de lo que es normal, creo que nosotros mismos como consumidores de contenido tenemos que revisarnos. Da vergüenza cómo el teclado del celular nos ha quitado la decencia. La gente se toma muy a la ligera el acto de hacer un comentario negativo en Instagram, como si la persona del otro lado no es alguien real, con sueños y miedos, con amigos y familia, con una vida interior compleja.

Si se van a vanagloriar de ser mejores personas que la que está trabajando como influenciador, entonces más les vale que comiencen a demostrarlo

Esto se ha salido de control, sin un acuerdo entre todos donde pongamos reglas sobre cómo interactuar en redes sociales con el mismo respeto que se supone que nos debemos en persona. De hecho, esto está tan descontrolado que ya Instagram va a comenzar a borrar perfiles que dejen comentarios hirientes y malintencionados. Por eso, la próxima vez que uno de ustedes agarre su celular para dar su HumildeOpinionCulebraVenenosa.jpg, lo mejor que pueden hacer es repetir en su cabeza: esto no es honestidad, sino bullying. Si se van a vanagloriar de ser mejores personas que la que está trabajando como influenciador, entonces más les vale que comiencen a demostrarlo.