En las reuniones que hacemos para escoger influenciadores para un cliente, he escuchado una y otra vez sobre cómo muchas marcas premium no quieren trabajar con alguien en particular. Y no porque esa persona no hace el esfuerzo de tener buen material, ni porque es irresponsable con los posteos —porque verdaderamente es una persona trabajadora—. La queja principal de los clientes es que esa persona al final no vende los productos, porque las imágenes que comparte muestran una realidad inaccesible por todas partes, desde la locación hasta el tipo de fotografía.
Yo he concluido que, como masa, le estamos dando con el látigo tanto a la gente que tiene feeds demasiado producidos como a la gente que muestra demasiado de su vida personal. Palo si boga, básicamente. Todos ellos dicen que los influenciadores que presentan los productos en un término medio, una realidad accesible pero todavía aspiracional, son los que más venden.
¿Y cómo le llamo a eso? La realidad editada. Eso es lo que inconscientemente buscamos todos nosotros cuando seguimos gente en Instagram… y eso es lo mejor que puede mostrar un influenciador para tener éxito en redes sociales.
La primera versión de Instagram tenía fotos de paisajes por un tubo; la segunda, fotos de comida por siete llaves. La tercera vino con la ola de influenciadores, llena de lookbooks. Ya la gente está cansada de ver lookbooks, y por eso, los que están destacando en esta cuarta versión son aquellos que equilibran su feed como equilibran su vida: todos tenemos intereses diferentes y estamos en sitios diferentes, y tenemos momentos diferentes. Si uno se pasa el día entero diciendo que amah su vidaaah o, por el contrario, se pasa el día entero diciendo que odiaaaaahhhh su cuerpppppoooohhh, la gente se va a hartar.
Nuestra cuenta de Instagram ya es casi como nuestra cédula: desde parejas potenciales hasta empleadores y posibles clientes nos buscan por ahí. Por eso, es una oportunidad de escoger un estilo de vida que nos apasione e irnos por ahí, pero de manera realista. Uno se puede ir por un nicho, pero debe validarlo y hacerlo real: sí, es bueno postear fotos semi-producidas el 70 por ciento de las veces, pero ese otro 30 debe darnos la posibilidad de reírnos de nosotros mismos, para que los seguidores sepan que detrás de esa iluminación favorecedora hay un ser humano que se faja.
Del 100 por ciento de mi vida comparto el 60 y guardo el 40
¿Por qué es importante equilibrar? Porque existe el riesgo de que la gente nos case con algo. Yo di tanto negroni por Instagram que la gente en la calle me ve con un vodka tonic y me preguntan si estoy bien. La gente que te ve por Instagram categoriza esa vida como la que llevas realmente, y es importante dominar el mensaje. Depende de cada uno de nosotros saber cuál es la variedad que nos conviene compartir, y qué tan honestos somos con esa variedad.
Por ejemplo, miren a mi favorita-del-mes Eva Chen. Ella podrá tener su vida fabulosa con sus vestidos Oscar de la Renta, pero de vez en cuando suelta un Story mostrando cómo su hija le vomitó encima, y cómo alguien le mandó un mensaje diciendo que su vida es el mejor anticonceptivo posible. Muchas mommy bloggers se la pasan diciendo que la vida con bebés es fantástica y perfecta, y eso nadie se lo cree. Eva Chen es un ejemplo perfecto de a qué me refiero con el equilibrio aspiracional.
Pero yo voy a ser cínico. Mi meta “de variedad” para mi feed de Instagram es saber guardar. Del 100 por ciento de mi vida comparto el 60 y guardo el 40. ¿Y ese 40? Mi deseo es que ese 40 no sea solo de trabajo pesado o de momentos tristes, sino que sea de momentos tan pero tan pero tan felices que esté tan distraído por la alegría que no me dé tiempo ni de pensar en sacar el celular. Y esa, creo yo, va a ser la quinta versión de Instagram.